lunes, 23 de julio de 2007
El fervor carmelita del Mediterráneo
El Carmen es una festividad que se mira desde un prisma especial. Siempre gusta desplazarse allá por el día 16 a una zona bien olvidada para las cofradías. Resulta raro oir “Saeta cordobesa” en el Paseo Marítimo de Pedregalejo y mas extraño aún resulta confundir el suave fragor del incienso con el apetitoso humo de los espetos de sardina. Quizás no sean procesiones que exciten los sentidos con grandes despliegues estéticos y ni mucho menos resultan llamativos los alardes artísticos ni escénicos, en la medida en lo que estamos acostumbrados cuando llega la Semana Santa, porque sin duda alguna, el Carmen incide mucho más en el aspecto devocional desde ese toque marinero tan especial y con la apertura al mar, tan propio de nuestra tierra. Por eso el Carmen es diferente, e incluso distinto de otros fenómenos procesioneros propios de esta advocación que se respiran en otras ciudades como Jerez o Sevilla, donde pasan por ser unas Glorias mas del amplio elenco anual y donde, como digo, quizás falte ese sabor propio de una Patrona ante todo marinera desde tiempos inmemoriales y que nos descubre un oficio tan antiguo como importante, tan humilde como ingrato, verdadera esencia de nuestro pueblo y nuestra idiosincrasia. Por eso, allí donde el sol baña el horizonte de la bahía, las devociones encontradas de dos barrios como el Palo y Pedregalejo hicieron llorar a los marengos de siempre, a bordo de sus jábegas corroídas que se relajaron como antaño para al menos una vez al año tributar ese merecido homenaje a quién es Faro de guía, Luz de noche y remo de urgencias en esas arduas tareas de la mar.
Quien busca al Carmen por el este, busca esa esencia de lo auténtico. Allí estuvieron los cofrades de siempre, los vecinos del barrio, los turistas ávidos de boquerones fritos, los camareros del Morata, las palomitas del Cohíba y las familias enteras aguantando en las toallas hasta el embarque de la Virgen. Allí no había programas iconográficos, pertigueros, servidores, estandartes profusamente bordados ni trajes de chaqueta. Ni falta que hacía. Sencillas indumentarias de marengos, pieles quemadas por el sol, remos a modo de insignias y buena música procesional. Hasta al alcalde se le vio con un modelo “ad hoc”. Sólo como protagonista la Reina del Carmen, tanto en su trono procesional como en su buque insignia surcando las aguas templadas de las “calitas” del Pedregal.
Seis días después, el fervor carmelita volvió a ser protagonista por si alguien no se había dejado seducir por la Flor del Carmelo. La más destacada del día sin duda, el Carmen del Perchel, que es desde hace tiempo, Reina no sólo de su calle Ancha y los callejones de su collación sino, sin duda, de toda Málaga como si Ella quisiera aglutinar en su ribera caudalosa de rezos y piropos a todos los afluentes carmelitas de los barrios, cuyos vecinos ante esa llamada y después de haber tributado ofrendas marianas en sus respectivas feligresías se han dejado llevar por esas aguas devocionales para desembocar en la Parroquia del Carmen, en la Santa Iglesia Catedral, el Puerto y el medio perdido barrio del Perchel. La Virgen del Carmen del Perchel es algo más que una Guardadora de los oficiales de la mar. Se ha convertido en referente devocional de nuestra ciudad "rivalizando" con la mismísima Virgen de la Victoria y manteniendo el listón bien alto que dejara hace unas semanas María Auxiliadora con su extraordinaria. Quien nos iba a decir hace 20 años que hubiese vida mas allá del Domingo de Resurrección.
Acompañarla a su vuelta cuando por la trasera de Correos abandona la modernidad de calles de tres carriles para volverse a los Percheles de principios de siglo, resulta ser una cita ineludible. Allí, con una calle Ancha del Carmen, que paradójicamente se estrecha para acunarla entre marchas sucesivas, gusta verla pasar, o aún mejor, anteceder sus pasos y dejarse llevar buenamente vigilando no tropezar con un viejo adoquín levantado. Sonó la banda Expiración con la alegría propia del evento interpretando marchas como “Esperanza de Triana Coronada”, “Pasan los Campanilleros”, “Estrella Sublime”, “Malagueña Virgen de la Paloma” o “Carmen Coronada”. Por otro lado, sorprendió algún detalle excesivo impropio de esta hermandad en los últimos años como pueda ser un pulso realizado en el último tramo de la calle sin mucho sentido o alguna mecida, que a algunos recordó al último encierro de la Sangre. Por lo demás, otro año mas se cumplen las citas marcadas en el calendario, cada una con su sabor y esencia, igualmente magníficas y distintas. La próxima será la Victoria que también merecerá un comentario desde este blog.
En otra barriada de solera marinera como Huelin, también se despertó otro año más el tórrido ejemplo de la fe carmelita que puso bocarriba a toda la zona con fiestas patronales incluídas, y por el barrio de la Malagueta, otro gremio también vinculado a la mar como es el de los submarinistas llenó de sones procesionales y vítores marianos otra zona donde poca presencia tiene la cera y el redoble de tambor. Es allí donde cada año se da un pasito adelante en esa apuesta por engrandecer en la medida de lo posible la curiosa celebración de la Virgen del Carmen en torno a una imagen que permanece sumergida en el agua todo el año y que sólo sale a superficie en ese domingo. Es de loar el gran trabajo que están realizando los miembros de la Asociación de Submarinistas para poder dignificar ese gran culto a su Virgen.
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