lunes, 30 de julio de 2007

El rito de las seis de la tarde

Todavía se huele la oscuridad de la Cuaresma de calles desiertas del Jerez intramuros, se respira el sosiego del calendario y la tranquilidad de las aldabas y apenas se escuchan los ecos del deambular de los escasos transeúntes, que sin mirar a los lados, pretenden salir a la civilización de la calle Larga, por Rivero, el Alcalde del Agua. Lo que pasa que ahora no se respira el tufillo de la Función ni la "voz en off" del director espiritual. Ahora se respira calor y se pisa cera del Carmen, pero no hay tambores en las Plazas, ni palmas en los balcones ni torrijas en Los Reyes.

Son calles de naranjo y cal tremendamente vacías aunque de vez en cuando asome un gatillo perdido afanoso por ponerse a salvo de algún peligro. ¡Se ha metido por allí!, quizás camino del Colegio de San José, por la revirá de la Iglesia de San Marcos, el evangelista jerezano que se ha quedado tantas noches sin dormir escribiendo las crónicas de tantas salidas y recogidas de su hermandad de la Sagrada Cena. Marcos es el evangelista del compás y la elegancia todo lo contrario que Lucas que es mas místico y se recrea mas en el silencio de su plaza y en las tres Caídas que allí "pegó" el Señor, que Mateo que es de barrio y de los Judíos y que Juan, que reparte el protagonismo de sus líneas entre Lágrimas y Remedios. El evangelio según San Marcos, lo escribió éste en Jerez describiendo la Última Cena del Señor entre tiempos de costero suaves y eternos. Yo creo que hasta tiene su sitio en cuarta aunque sólo aguante un par de chicotás porque ya está muy mayor.

Los rituales de cada año se describen en ese apócrifo de los sueños. Cuando él escribe la calle se llena de gente y el eco del pasacalles ya se acerca emocionante por Padre Rego. Cuando San Marcos se pone la molía y moja su pluma aparece el carrillo de las chuches y el sol se cuela cuando las Puertas de su Iglesia, que son las Puertas del Cielo, se abren de par en par. La oscuridad de un 30 de Julio, esa misma de la Cuaresma pero con menos calor, se convierte en la luminosidad del Lunes Santo. Los niños zigzaguean la fila de naranjos. Los últimos penitentes se buscan la papeleta de sitio en el guante para acceder a la Iglesia y los costaleros del arte se alientan con un abrazo y un Padre Nuestro.

La Placita de San Marcos estrena muchachas y capullos abiertos en radiante flor de azahar. Es el rito de las seis de la tarde. El silencio de las madrugadas y los gatillos perdidos se torna en un bullicio de micrófonos, lágrimas y órdenes de capataz.
Hoy están colgados los faroles de hierro forjado que flanquean las puertas del Cielo. Esta tarde suena a gloria el retumbar de la marcha “Madre María” y pone los vellos de punta el izquierdo del Himno. San Marcos describe la escena en sus versículos cada año. Lo reescribe cada primavera para deleitarse en cada detalle incidiendo en la finura y en la elegancia. No son como los evangelios de la Iglesia que están mas que terminados desde hace siglos. En este San Marcos se recrea. No teme que le salga algo largo ni pretende ser parco en describir cada instante. Se gusta en los tiempos para describir a sus compañeros de cuadrilla, incide en el compás y valora la maestría de Martín Gómez.


Ya por la noche cuando arrían todos los zancos por igual en el interior del templo, San Marcos suelta la molía y se va a dormir, contento por haber contado que la ültima Cena del Señor no fue tan triste como parecía, porque Marcos es andaluz y para mas señas, jerezano, y los andaluces contamos la Pasión de Cristo sabiendo que todo va a acabar bien . Así por eso a Judas no le roza ni un balcón en Carpintería y al Señor lo acunan las nanas de la Estrella, tan alegres y aplaudidas.

El año que viene, el evangelista jerezano volverá a reescribir su evangelio sobre el mismo rito, que se repite, aunque con distintos matices para hacerlo aún mas exacto y elegante, haciéndonos a todos protagonistas y haciéndose también él partícipe de su propio milagro. El año que viene va a colgar la molía porque cree que debe dar paso a los jóvenes y se va a sacar un abono en calle Larga, que se tornará un año más en centro neurálgico de tales escenas descritas minuciosamente por los evangelistas jerezanos, entre palcos, naranjos y el sol radiante de la primavera.

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